La Buena Barra: La cantina moderna donde el antojo es ley en Polanco

¡Ah, La Buena Barra! Ese santuario culinario donde las calorías no cuentan, el colesterol se disfraza de glamour y cada platillo viene con su propio club de fans en Instagram. Si eres de los que creen que “comer bien” no está peleado con “comer mucho y delicioso”, sigue leyendo. Aquí te contamos nuestra experiencia, platillo por platillo, en este templo de la gula fina.

Empezar la comida en La Buena Barra es como ver el tráiler de una película que sabes que va a ganar el Óscar. Nuestra primera parada fue el tiradito de atún y hamachi: finas láminas de atún y hamachi nadando en una salsa bruja y zarandeada (no, no es brujería, pero sí magia), coronado con un toque de aceite de trufa. Es fresco, es elegante y es peligrosamente adictivo. Si eres fan de los sabores marinos con un twist sofisticado, este platillo es tu nuevo crush.
Después, la ensalada de macadamias. Antes de que pongas cara de “ensalada, meh”, déjame decirte: esta joya viene con queso de cabra, frutos frescos y una vinagreta de tamarindo que le da un golpe de sabor que ni tu ex te dio. Es la prueba viviente de que comer verde puede ser un placer y no un castigo.

Y sí, el taco de jaiba desnuda. ¿Por qué desnuda?, te preguntarás. Porque aquí la jaiba no necesita más que su propio encanto para seducirte. Ligero, crujiente, con ese sabor a mar que te hace pensar que deberías mudarte a la playa.

Ahora, ponte el cinturón porque llega la hamburguesa de Wagyu y foie. Si alguna vez soñaste con una hamburguesa que te haga llorar de felicidad, aquí la tienes: carne de wagyu jugosa, foie que se derrite como tus principios ante una rebaja del Buen Fin, cebolla caramelizada, queso Maasdam y papas trufadas. No es una hamburguesa, es una declaración de amor.
Pero espera, porque el menú es tan amplio como la lista de pretextos para volver. ¿Antojo de algo crujiente? El chicharrón de rib eye sobre guacamole tradicional es el snack de los dioses carnívoros. ¿Algo caldoso? La sopa de almeja verde con vino blanco y epazote te abraza el alma, y el pan rústico con mantequilla y ajo rostizado es la pareja ideal.
¿Domingo de antojo español? La paella al estilo Buena Barra solo se sirve ese día, así que agenda tu visita y prepárate para la fiesta de mariscos.
Y si lo tuyo es la carne, aquí hay cortes para todos los tamaños de apetito y billetera: desde la caña de filete al mezcal sobre bloque de sal (sí, leíste bien: bloque de sal), hasta la Costilla Don Pepe braseada en su jugo con papa, longaniza y queso asadero gratinado. ¿Te sientes muy carnívoro? Pide el Porter House de 1.2 kilos y presume en redes sociales. Y si vas en plan de compartir (o de no dejar nada), los tacos mamones son la opción: siete piezas de tapa de ribeye finamente picada, cebolla, papa aplastada y chile piquín, todo sobre costra de queso y tortillas hechas a mano.

No puedes irte sin probar el red velvet. Este esponjoso pan se hornea al momento y te lo preparan en la mesa, con betún y unas palomitas caramelizadas que son puro vicio. Es el postre que te hace prometer que mañana sí vas al gimnasio (pero sabes que no lo harás).
La Buena Barra no es solo un restaurante, es una experiencia sensorial que te hace olvidar la dieta, el estrés y cualquier remordimiento. Aquí, cada platillo es una fiesta, cada bocado una celebración y cada cuenta… bueno, digamos que vale cada centavo. Si buscas un lugar para comer como rey y salir rodando de felicidad, La Buena Barra te espera con los brazos (y los platos) abiertos.